Esclavitud moderna: Así reclutaban a niños y adolescentes en las bandas de la Cota 905

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En la Cota 905, un número indeterminado de niñas, niños y adolescentes se convirtieron en esclavos modernos de las bandas del Koki, Garbis y Vampi. Arriesgaban sus vidas a cambio de dinero, comida o ropa, y finalmente un porcentaje importante de ellos no pudo vivir para contarlo.

El equipo de investigación de Cecodap averiguó durante meses la realidad del reclutamiento forzado de menores de edad en las megabandas, y se encontraron con una realidad dantesca.

Resulta que las principales causas del reclutamiento de niños, niñas y adolescentes por parte de los grupos delictivos estaban relacionados con las situaciones de precariedad socioeconómica en la que vivían.

Es decir, los delincuentes captaban a los niños de los hogares más humildes, donde la comida escaseaba, al igual que el dinero y educación. A ellos les ofrecían dinero en dólares pagados al momento, ropa, comida y estatus.

Forzados por la realidad que enfrentaban, muchos niños y adolescentes terminaban aceptando la propuesta de las megabandas y eran reclutados para delinquir.

Eso se convirtió en una suerte de política para las organizaciones delictivas, quienes esquematizaron un proceso de reclutamiento, con el único fin de aumentar su músculo de acción en la guerra que le habían declarado a los organismos de seguridad del Estado.

Los niños, niñas y adolescentes se convirtieron en un eslabón más de este conflicto, y lamentablemente muchos de ellos terminaron muriendo en enfrentamientos con la policía.

Las historias de estos casos y el modus operandi de estas organizaciones fueron contadas a Cecodap por niños que fueron reclutados, y vecinos de esas zonas que también terminaron viviendo esa realidad.

Proceso de captación
Algunas zonas populares de Caracas suelen ser visitadas por cambistas; quienes hacen trueques de productos de la caja del Clap por dinero en efectivo, verduras, frutas u otros alimentos.

Resulta ser que en La Vega y en La Cota 905 un grupo de informantes se hizo pasar por cambistas; para captar y ubicar cuáles eran los sectores donde había niños y adolescentes en condiciones precarias. Luego les ofrecían «cambiar su estilo de vida».

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El principal anzuelo para convencerlos era la oferta de dinero semanal en divisas, con los que pudieran cubrir sus necesidades reales o percibidas, y «protección» en la lógica de la ley del más fuerte.

Realmente esos niños, niñas y adolescentes acababan sumidos en un mundo violento, del que si salían terminaban muertos, y si no, muy probablemente también. Literalmente eran esclavos del hampa.

Escalafón en las bandas
En las bandas de la Cota 905, los niños y adolescentes reclutados cumplían cuatro labores establecidas: los mandaderos, los gariteros, los traficantes y los malandros.

Los mandaderos se encargaban de la provisión de productos a los integrantes de las bandas, Que por estar requeridos por justicia, debían estar confinados en esas zonas y no podían bajar a las avenidas y calles aledañas a La Cota 905 y La Vega.

Los gariteros eran los centinelas de la banda. Estaban apostados en puntos estratégicos y desde allí cumplían dos funciones; alertar sobre el ingreso de funcionarios de seguridad o personas ajenas a la comunidad. Además de detectar y denunciar eventuales infracciones de las reglas de convivencia que eran impuestas arbitrariamente.

Al ganar mayor confianza en la banda se convertían en traficantes; que resultaba una como una opción más lucrativa en comparación con los mandaderos y gariteros.

Además los menores de edad con adicciones a las drogas podían recibir estupefacientes para su consumo como recompensa por los trabajos hechos.

Por último estaban los malandros, estos terminaban siento los que tenían mayor estatus en el escalafón, pues ganaban más y tenían armas de fuego. A ellos se les asignaba la tarea de cometer actos delictivos como extorsión, secuestro y robo de vehículos.

Una realidad latente
Aunque las bandas de la Cota 905 ya fueron desarticuladas, los motivos que llevaron a esos niños y adolescentes a formar parte de esas organizaciones siguen latentes.

La pobreza, el hambre y la falta de educación y otras oportunidades continúa siendo una realidad en esos sectores populares, y así seguirá si el Estado venezolano no crea políticas para evitar que ese escenario se repita.

Con información de Noticias Todos Ahora

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